Por Luzmila Quezada Barreto
La violencia contra las mujeres es una realidad del mal que cargamos como sociedad. En lo que va del año 2021 tenemos 110 feminicidios, 60,000 casos de violencia familiar y más 38, 000 niñas que sufrieron violencia y maltrato, sólo 4,149 fueron atendidas entre enero a julio, sin contar las desapariciones que son mucho más.. A la violencia, también se les llaman crímenes sexuales o terrorismo de género. En las iglesias se denominan violencia doméstica, violencia de género, violencia intrafamiliar o violencia intima.
Entre las principales causas encontramos que quienes cometen la violencia son los varones cuya intención es tener autoridad, dominar, ejercer control y negar la autoafirmación de las mujeres como sujetos de derechos a través del uso de la violencia.
La mayoría de los hombres que abusan de las mujeres llegan a convencerse de que tienen el derecho “autoridad” divina para hacerlo. A esto es lo que llamamos violencia simbólica en donde se asienta el patriarcado y quienes trasmiten estas ideas y creencias son las instituciones como estructura material.
Por tanto, si queremos enfrentar la violencia se tiene que deconstruir los discursos y narrativas de la violencia simbólica. Sabemos que para que se difunda y tenga fluidez los discursos, se sirven de los espacios que socializan los valores, normas, roles, estereotipos naturalizados y sacralizados en todos los ámbitos de la sociedad, como la familia, las escuelas, universidades, los medios de comunicación y las iglesias,
Los estudios feministas cuestionan a la cultura y las religiones porque es ahí donde se construye las relaciones de poder, la estructura piramidal de las jerarquías y el kiriarcado que permite y tolera la violencia y discriminación de género en las interrelaciones humanas en la familia, la comunidad y el Estado al no dar seguimiento a las políticas para erradicar la violencia.
Cuando se habla de la composición social de las iglesias, se ha dicho con optimismo -sin importar el estrato social- que más del 70 % de la feligresía son mujeres porque son más sensibles y religiosas, más en ningún momento critican la estructura piramidal, la dominación y sumisión de parte de las mujeres. Todas las religiones, de Oriente y Occidente, ninguna se escapa de la lógica patriarcal, al darle la administración del poder religioso a los hombres. Todo el trabajo que realizan las mujeres en las iglesias es una extensión de las tareas domésticas y reproductivas, de servicio al otro, autoexcluyéndose a sí mismas debido al discurso religioso de la superioridad masculina, por ser la cabeza, discurso basado en los relatos bíblicos de la creación.
Bien ahora lo que pretendo es deconstruir los discursos enajenantes que permite y perpetúan la sumisión y violencia, esto a través de diferentes enfoques que a continuación se describe.
- El enfoque de género. – Hoy recibí una nota “atrévete a ser lo que Dios te ha diseñado a ser”, cuando se habla del “diseño de Dios”, que es el discurso del colectivo CMHNTM (CON MIS HIJOS NO TE METAS), se está apelando a un esencialismo biológico del ser mujer. Al hablar de la mujer, no hay un modelo de mujer, más bien tendríamos que hablar de las mujeres en plural: negras, amazónicas, indígenas y muchas más. Dicho colectivo, en ningún momento se cuestiona la exclusión, marginación y desigualdad de oportunidades de las mujeres en cuanto a sus derechos, basado en roles y estereotipos naturalizados que discriminan a más de la mitad de la población mundial.
El enfoque de género es un instrumental teórico – metodológico que nos ayuda a analizar, que sobre las diferencias biológicas entre hombres y mujeres se construyó las relaciones de poder, las relaciones sociales y culturales que las identidades conforme a su clase, raza, etnia, generación, y edad, desarrollan y organizan la sociedad (simbólica, subjetiva e institucional. Pero que muchas veces al afirmar la diferencia la sociedad patriarcal y androcéntrica acabo creando la desigualdad. La diversidad que debería ser una riqueza hace que unos sean tratados de manera desigual. Para muchos afirmar su diferencia es ir contra la norma y te hace sentir culpable y escindida en tu mismidad, tu identidad. No es de extrañar que el discurso del fundamentalismo salga con el slogan que tanto hombre y mujer tienen que ser de acuerdo con el diseño original de Dios, apelando perspectivas, biologicista, naturalistas, binarias y dualistas.
- La culpa. Algo que destruye la dignidad humana es la culpa. El enfoque de dignidad humana es un principio básico de los derechos humanos La culpa no nos permite creer en nosotras misma, sin darnos cuenta aprendemos el desprecio, la violencia, la auto humillación, como modos de expiación y penitencia. Esto debido al discurso de la culpabilidad histórica de las mujeres porque se dice que por ella entró el pecado. Las mujeres somos educadas y crecemos en medio de sentimientos de culpa y autocompasión. Nuestro ser-para-sí, se convierte en ser-para otros y/o ser-contra-sí. La culpa neutraliza el desarrollo de nuestra potencialidad transformadora. Se trata de una lógica de la mutilación que nos exige ser sumisas, pasivas, resignadas y tolerantes.
Sentirse culpable te lleva en consecuencial a la » lógica sacrificial » que nos induce a no escucharnos, no conocernos, por lo tanto, no re-conocernos, no legitimarnos, postergarnos, y finalmente inmolarnos. Somos víctimas, pero también somos cómplices de este sistema fundante de la identidad femenina que nos convierte en «seres-para-otros, seres-postergados.
Recordamos que a partir de la noción de pecado se le ha dado mucho poder a la autoridad clerical insustituible en la hora de las confesiones. No hay un dolor más grande el tener miedo a sí misma y culpabilizarse por no cumplir los roles impuestos y mucho más cuando tiene que ver con la sexualidad y corporeidad,
Recordamos los discursos de los padres de la iglesia: Tertuliano de Cartago 155-245 DC («Cada mujer debiera estar…) caminando como Eva, acongojada y arrepentida, de manera que por cada vestimenta de penitencia, ella pueda expiar más completamente lo que ella obtuvo de Eva, – el estigma, quiero decir, del primer pecado, y aborrecimiento (atado a ella como la causa) de la perdición humana.
‘Con dolor darás a luz a tus hijos, necesitarás de tu marido y él te dominará. ¿No saben que cada una de ustedes es una Eva? La sentencia de Dios en el sexo de ustedes vive en estos tiempos: la culpa debe existir también por necesidad.» La lista es enorme de los discursos de los padres de la iglesia que hablan de la malignidad de la mujer que se necesita deconstruir. Pero que increíblemente está en los dichos de los líderes conservadores y fundamentalistas.
En el Antiguo testamento el rito para expiar la culpa por las transgresiones eran los sacrificios. En el nuevo testamento, Jesús al morir en la cruz fue el último sacrificio humano para la salvación de la humanidad. Mas en el inconsciente colectivo de las mujeres está que tienen que llevar la cruz, eso significa que tienen que aceptar todo tipo de violencias so pretexto del buen testimonio y de la salvación de sus “almas”. Si alguna mujer denuncia la violencia interna en la iglesia se pide a las victimas el sacrificio y obediencia, pues están llamadas a sufrir con Dios en el sufrimiento que en el mundo sucede. A veces se escucha a esposas de pastores, esa es mi cruz, so pretexto que algún débil en la fe pueda caer, porque no es permitido hablar en contra de la autoridad del pastor, porque es el ungido de Dios, es sagrado, introyectando en la persona, reverencia y temor.
A los diferentes tipos de violencia, social, cultural, física, psicológica, económica, patrimonial que sufren las mujeres en las iglesias a ella se le añade la dimensión espiritual, la perdida de la esperanza, en la profundidad de su fe, que muchas de ellas están dispuestas a sacrificarse por ella. Eso implica disponerse a todo, soportar, sufrir, para poder persistir amando. Para ello hay que perdonar, incluso sufrir injusticias, dejando el cáncer de la violencia continuar su curso. Lo peor es cuando la sumisión es vista como una virtud y no como una relación de sometimiento, dominación. Siempre se habla de las víctimas y la necesidad de apoyo, más no se dice quiénes son los perpetradores, agresores porque la institución les protege o cambia de lugar y no se sanciona, estos son los casos de las iglesias católicas y las protestantes en distintos lugares. Para erradicar la violencia en las iglesias, así como las victimas le han “dado nombre al dolor” los abusadores tienen que estar en el centro de la erradicación del problema. Mucho de nuestro trabajo pastoral es con las mujeres que sufren violencia y poca pastoral con los varones agresores. En el ambiente secular encontramos grupos y organizaciones que luchan en contra la violencia o que luchan por la erradicación de la violencia, en las iglesias hay grupos que “trabajan hombría al máximo” o sociedad de caballeros que poco se trabaja el problema, y más bien se incide en el patriarcalismo eclesial.
No podemos callar ante la violencia sexual, este va más allá. En el octavo mandamiento de ley dice “no hurtaras”, a las víctimas se les robó la capacidad de amar, la fe, la esperanza, la confianza en el mundo, en sus relacionamientos de su vida futura, las marca de por vida, porque es una pérdida de la fe y de proyección en futuro. Y eso es un tema que poco se trabaja en las iglesias, hacer esta pastoral es un paso para la justicia sexual, justicia de género.
- Nuevos símbolos e imágenes de lo trascendente Dios. Las imágenes de Dios, en los discursos eclesiales, el lenguaje es exclusivamente masculino, como Dios padre, Señor, soberano y rey, desmarcando otras imágenes del misterio de Dios cuya identificación va más allá de las dimensiones antropológicas masculinas, que son vida abundante, amor, fuerza y paz. Es importante analizar los símbolos que utiliza el cristianismo porque son armas ideológicas poderosas para fijar en el inconsciente colectivo actitudes y comportamientos en las relaciones humanas. Esto reta al cristianismo reinterpretar la teoría de la expiación -la idea que Dios dio a su único hijo (masculino) para salvar el mundo. Esta imagen simbólicamente es violenta porque se pide sacrificios humanos para la salvación, así se ha visto a través de la historia.
- Una relectura de la cristología es mostrar que la cristología tradicional masculina fue usada para sujetar y someter a las mujeres y no para salvar, liberar a las mujeres. Eso significa que la cristología feminista debe proveer imágenes, metáforas de una cristología de salvación, liberadora, intercultural, ecuménica, inclusiva, relacional, corporal, creativa y lúdica. Es una resignificación del misterio central de nuestra fe, Cristo, para las mujeres y para toda la humanidad en contextos de guerra, violencia y feminicidio. La redención trata de cambiar las estructuras de dominio, muerte y violencia por relaciones más justas de empoderamiento a las victimas
- El enfoque de la ética del cuidado. Las iglesias como comunidad terapéutica de iguales han de ser espacios de sentido y dignidad para sus vidas, que enfrentan todo tipo de marginación por su condición de pobreza y baja autoestima. Para ello se tiene que acompañar una revisión de los dogmas y fundamentos religiosos y las creencias en Dios porque antes de dejar la relación abusiva, lo que hace la diferencia luego de la separación fue la forma en que se experimentó Dios. Las malas interpretaciones de fundamentos religiosos y la falta de información influenciaban las alternativas de las mujeres maltratadas al seleccionar ayuda e ideas acerca de Dios.
- El enfoque de la espiritualidad. Crear espacios de espiritualidad, cuestionando aquellas prácticas que las mantiene postergadas para restaurarlas y dar fortaleza para que puedan dejar la relación violenta y empezar con el trabajo de sanación.
Salir del circulo vicioso de la violencia doméstica es uno de los eventos más difíciles de manejar para la mujer que lo experimenta y quiere salir de esa situación. Esto debido a que tienen temores, estrés, sentimientos de minusvalía, incertidumbre por la privación financiera e inseguridad que le dificulta salir de este tipo de relación a la mujer maltratada. En el proceso de acompañamiento y recuperación implicó que ellas reconstruyeran una fe saludable, confronten a la iglesia por el rol permisivo y pasivo de sus experiencias abusivas y llevaron a cabo un proceso para redefinir su lugar y su relación con la iglesia y su comunidad.
Es claro, que la iglesia ha de jugar un papel importante en la prevención de la violencia, más aún, en el manejo de las doctrinas, dogmas y actitudes que fomentan la violencia doméstica o la inhiben debido a los votos maritales, que “perdonan” la violencia y la repetición una y otra vez.
La espiritualidad nos llama a reflexionar nuestro encuentro verdadero con Dios, creador de todo; nos invita a darnos cuenta de todo lo que nos rodea y recuperar la imagen de Dios que habita en nosotras. Es entonces, que somos invitadas a salir de nuestra comodidad o resignación para descubrir otras vidas que necesitan de nuestro cuidado, apoyo, consuelo, a unir fuerzas para crear espacios de reconstruir y ser oídas.
- El enfoque de la corporeidad y la sexualidad.- Siendo que la violencia afecta los cuerpos y la sexualidad, los temas claves de la teología feminista y de género son la identidad, la corporeidad y las relaciones genéricas. La teología feminista pregunta si la mujer puede salvarse y de qué manera condiciona a su ser mujer la salvación. Al tomar conciencia de su corporeidad, su sexualidad se cuestiona y busca su identidad, repiensa sus relaciones genéricas como el «ya» y no espera en el «todavía» porque traicionaría su lucha de un mundo con relaciones equitativas.
Todas las personas merecen respeto y son intocables porque los cuerpos son sagrados, “es templo del espíritu Santo” independiente cuales sean su raza, etnia, clase, género, discapacidad, edad, orientación sexual de las feligresas y no se puede permitir violencias infringidas, acoso, abuso, violación, humillaciones y todo tipo de agresión en contra de los cuerpos y su dignidad. Esto implica que el pastor o líder no puede tener relaciones sexuales “las ovejas son intocables para el pastor”.
El cuidado de los cuerpos fue el centro de la misión de Jesús, la comida, bebida y las reuniones de mesa como el culto más alto y espiritual. La eucaristía como cuerpo de Cristo, cuerpo de Dios. La promesa de la resurrección espiritual es en glorificación corporal, nada está separado de la corporeidad. La vulnerabilidad abrazada por Jesús es una expresión de amor y no es la violencia, maltrato a la corporalidad y de la vida
- El enfoque de la interculturalidad.- para el mundo occidental la casa es donde se habita, para la culturas indígenas y amazónicas son los ríos, bosques, tierra, el medio ambiente. La violencia no solo lo sufren las mujeres y niños, también lo sufren el medio ambiente por el extractivismo de la tierra y la desertificación de la tierra. No podemos olvidar de los niños de plomo en la región del Centro andino del Perú, que son zonas mineras, tampoco podemos dejar de mencionar que cuando hay una minería legal o ilegal surge la trata de personas. Todo está interrelacionado que afecta los cuerpos y la corporeidad en su magnitud que es el cosmos donde habitamos. Por eso la importancia de luchas contra todas las formas de violencia que afecta las relaciones humanas y nuestro ambiente.
Luzmila Quezada Barreto es Doctora en Historia y Teología por la Escola Superior de Teología. Maestría en Ciencias de la Religión en la Universidad Metodista de Sao Paulo. Licenciatura en Teología en la Universidad Bíblica Latinoamericana. Bachillerato en Teología La Universidad Bíblica Latinoamericana. Pastora Ordenada de la Iglesia Wesleyana.
— Fotografía: Marcha feminista en CDMX, 2020 / La Jornada
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