Estamos hartas, Señor, decimos, y nuestra voz parece chocar contra murallas de indiferencia.

La desigualdad nos atraviesa, clamamos, y nos responden promesas vacías y sonrisas huecas.

La violencia nos mata, violenta los planes, corta los sueños, nos encierra en cárceles de miedo.

Cada tanto, por empatía o capacidad de entender, alguien nos acaricia el brazo y sentimos que tenemos apoyo, pero no alcanza, no nos alcanza, Señor.

Nos sentimos solas. Somos tus hijas y tantas veces sentimos que caminamos solas. Cuántas veces nuestras comunidades no reaccionan, o reaccionan tibiamente.

Creo, amado Maestro, que ante esta injusticia y violencia, Tú reaccionarías como aquel día en el templo. Sacarías con ira divina a quienes truecan la justicia y la equidad por una ficticia armonía en sus iglesias, por no confrontar con un sistema que condena y oprime a tus hijas.

No dejarías líderes sin amonestar, seguramente, recordando que fueron mujeres tus compañeras de camino, la primer testigo de la resurrección y que en tu ministerio no planteaste jerarquías ni silenciaste a las mujeres.

Quiero imaginarte conmigo la próxima vez que marche reclamando por la violencia y el dolor. Quiero tomar tu mano y confiar que no te somos indiferentes y que podemos construir un mañana distinto.

Este 8M ven conmigo, Señor de la Vida, camina con tus hijas, consuela sus lágrimas, fortalece sus brazos que sostienen hogares e iglesias, planta conciencia en las mentes convencidas que esta inequidad es justa.

Este 8M, que tu Espíritu se mueva con fuerza y nos ponga a temblar, no de temor ni incertidumbre, sino de coraje y amor para empezar a transformar la realidad y escribir otra historia.

Amén

Claudia Florentin Mayer

Argentina

Share This