Carta desde el corazón de mis hermanas

Por Margarita Sánchez De La Torre*

En la controversia que surgió en estos días con relación al aborto decidí permanecer callada. Decidí permanecer callada porque al mismo tiempo que ocurría el debate también salía a la luz pública el triste suceso de una niña argentina de 11 años violada por su abuelo y que por discusiones moralistas en el estado de Tucumán, la región de dónde proviene, no se le efectúo un aborto al que tenía derecho según la ley. Por el contrario, se dilató el necesitado aborto gracias a discusiones moralistas y al correr del tiempo se efectuó una cesárea en la niña. El día que en el chat se discutía el aborto, una discusión sin nombres y sin rostros, la criatura murió. Esa misma semana se anunció que y cito de la BBC: “La Corte Suprema de Justicia de El Salvador ordenó la liberación de tres mujeres que habían sido condenadas a 30 años de prisión por no haber llevado a término sus embarazos. Las tres mujeres, que afirman haber sufrido abortos espontáneos, habían sido declaradas culpables de homicidio agravado. Alba Rodríguez y María del Tránsito Orellana ya habían cumplido nueves años de su sentencia, mientras que Cinthia Rodríguez llevaba más de 11 años en la cárcel”. Esto no solo ocurre en El Salvador, aquí en México, un país asediado por la violencia sexual contra las mujeres, hay estados donde se penaliza y se criminaliza el aborto de una manera severa.

Por si fuera poco esa misma semana en que sin nombres, ni rostros se debatía acaloradamente en el chat de ICM México el tema del aborto, Amnistía Internacional, lazó una campaña de denuncia sobre la violencia hacía las niñas destacando que cada tres horas una niña es madre  y claro, estas cifras escandalosas son generadas por condiciones de injusticia perpetuadas por largo tiempo tales como el abuso sexual, la pobreza, la falta de acceso a información sobre la salud sexual y reproductiva, pero interesantemente, nadie o muy pocas personas se escandalizan ante estos datos, ni plantean la inmoralidad de esta situación que todos miramos sin pena ni gloria. Entonces mi silencio se ubicó en un nicho de indignación, y dolor.

Hoy, al igual, que hace más de un año en el contexto de la campaña por la despenalización del aborto en Argentina, reafirmo públicamente que, como religiosa cristiana, estoy a favor del derecho a decidir, del derecho a que mujeres y niñas puedan tener un fin de embarazo seguro si así lo deciden. En esa coyuntura intenté mantener un diálogo abierto con aquellos que me lo permitieron. Coloco aquí parte de una reflexión que escribí para mantener el diálogo:

…Te diré las razones por las cuales desde mi ética religiosa me sumo a la petición del derecho a decidir … Primero quiero reconocer que este es un debate que levanta muchas pasiones, las cuáles no siempre son las mejores. Esta foto que vez en mi FB es para apoyar la campaña en favor de la legalización del aborto en Argentina. Como ministra ordenada llevo una larga trayectoria en la defensa de este derecho por el que seguiré abogando hasta que no haya un solo estado que penalice a las mujeres por poner fin a un embarazo no deseado. Una de las teólogas latino américas que más me gusta, Ivone Gebara, dijo que las mujeres no abortan solas

 

… Nuestros cuerpos han sido controlados por muchas instituciones, es muy poco lo que hemos tenido que decir sobre nuestros cuerpos. Por esta razón todavía en muchos de nuestros países la educación sexual libre y laica, no está a la mano de la gran mayoría de nuestras comunidades, asunto que por cierto afecta también a los varones. Además, el acceso libre y gratuito a los métodos anticonceptivos no es una realidad generalizada. Debemos todes tener derecho a la información debida sobre los cuerpos, incluyendo nuestras sexualidades.

 

La desvalorización de las mujeres también ha producido que las leyes de protección y educación entorno a la violencia de género y la violencia sexual, sean tomadas con muy poca importancia. Por favor, recuerda que no todos los embarazos son producto de relaciones consentidas. La violación, el incesto son realidades alarmantes en muchas de nuestras comunidades, y ante tales situaciones nosotras salimos doblemente/triplemente… penalizadas.

 

Recuerda también, que la pobreza tiene cara de mujer y es así porque los sistemas económicos patriarcales necesitan de nuestras manos de obra barata. La pobreza tiene rostro de mujer porque en muchas partes del mundo incluso en nuestra Pachamama, la gran Matria Latinoamericana y Caribeña, la educación para las mujeres no es siempre accesible. La pobreza tiene rostro de mujer porque no somos compensadas con equidad por igual jornada y responsabilidad en comparación con los varones y esta es una realidad amarga incluso en los países del norte. La pobreza tiene rostro de mujer porque no estamos en los espacios en donde se toman las decisiones que afectan nuestras vidas.

 

Creo que debemos luchar por sociedades más justas en donde ninguna de las cosas que te he mencionado ocurran. Y además debemos luchar por tener el derecho de decidir cuando estamos listos o no para tener una criatura, lo cual es una gran responsabilidad. Déjame compartirte algo de mi corazón: mi esposa Frida y yo tenemos los hijos que tenemos porque tuvimos el privilegio de vivir en un país donde esa opción era posible para mujeres con relaciones como la nuestra. Pudimos decidir tenerlos…ese es el asunto, que cada uno de nosotres pueda libremente decidir cuando estamos listxs…

 

Las mujeres somos cargadas con toneladas de culpa cuando tomamos decisiones que afirman nuestra autonomía, cuando liberamos nuestros cuerpos. Hace unos años atrás regresaba de una reunión de Amnistía Internacional, estaba en el aeropuerto preparando mi sermón del domingo pues llegaba justo para el servicio. Allí me encontré una de las delgadas del evento. Al enterarse que soy pastora, me contó la historia de su aborto. Abortó porque la criatura venía totalmente deforme…abortó en un país en donde la opción era legal pero la culpa que hemos tejido desde las instituciones religiosas no la dejaba vivir…lloré con ella y afirmé: Dios siempre te ha acogido antes y después de tu aborto, por favor vete en paz. ¡Qué pena que en lugar de sanar a la gente, como religisxs lo que hemos hecho es llenarlos de cargas que ni nosotrxs mismos podemos llevar!

 

Sí, mi querida, sigue siendo una situación compleja y quizás en algún momento la vida nos regale la oportunidad de sentarnos con un café a conversar como mujeres de nuestras heridas y de las heridas de otras hermanas y otros hermanos, quizás mirando esas heridas podamos escuchar a Dios de una manera menos dogmática, más libre y más amorosa. Que así sea. Te mando un gran abrazo…

Esta carta fue escrita desde mi más profundo amor. En estos días vivo bastante incómoda por la posición fácil y poco profética de nuestra denominación: la Iglesia de la Comunidad Metropolitana. Con todo respeto, no se puede estar a favor de la despenalización del aborto y a la misma vez decir que no tenemos una posición sobre el aborto. Esta es una posición ambigua y en todo caso acomodaticia. Decir que estamos abiertos a la diversidad de opiniones me parece algo incongruente…apoyándonos en principios religiosos podemos rechazar una gran diversidad de grupos y prácticas. Eso mismo se hizo y se hace contra la comunidad lgbtiq. ¿Cómo podemos leer los textos bíblicos desde una perspectiva favorecedora de los derechos para la comunidad lgbtiq pero en contra de las mujeres en situación de tener que concluir con su embarazo? ¿Por qué hacemos lecturas excluyentes y condenatorias? ¿Por qué no preservarnos nuestras condenas a los sistemas de opresión que nos arropan y en su lugar colocamos las condenas contra las personas víctimas de esos sistemas? ¿Es que acaso no nos hacen lo mismo?

Cuando reflexiono sobre todo esto me doy cuenta de lo lejos que está ICM de ser una comunidad en favor de los derechos humanos y cuán lejos estamos de ser un espacio verdaderamente abierto y seguro para las mujeres, sobre todo en América Latina. Hablar en contra del aborto usando el clerical o toda la autoridad que se nos otorga como líderes religiosos, particularmente si se habla desde un cuerpo masculino, es ejercer toda la violencia de siglos que las instituciones religiosas han ejercido sobre las mujeres.

Inicié esta nota hablando de la necesidad de mirar los rostros antes de emitir opiniones y en mi silencio escribí la siguiente oración inspirada en la niña violada por su abuelo…espero la puedan meditar en este tiempo de Cuaresma:

“Tú sabes bien que no quería este embarazo. Tú sabes bien que mi abuelo me forzó muchas veces. Tal vez tú no sabías que sólo tengo 11 años oh Dios.., dime en dónde estabas. Hoy ellos me fuerzan a tener este ser que llevo dentro y no sé qué hacer. No sé a dónde ir…la iglesia me condena, pero nunca me protegió, en mi pueblo hay muchas opiniones que nada tienen que ver con mi vida, mi familia no me mira a los ojos y estoy aquí sola delante de ti, es que caso tú no tienes hijitas Dios. Te debo amar o te debo temer. Respóndeme, Dios o al menos mírame a los ojos”.

Margarita Sánchez De La Torre es ministra ordenada de las Iglesias de la Comunidad Metropolitana. Es parte del Consejo de Ancianos a nivel denominacional, enseña en la Comunidad Teológica de México y actualmente cursa un Doctorado en el programa de Estudios Críticos de Genero en la Universidad Iberoamericana, México. Pero más que nada, ella es una hermana de la jornada desde las periferias. 

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